miércoles, 14 de mayo de 2008

Vanëhsa Eonhëim Drankkar




Bueno...una nueva historia (más bien biografía). En esta, la protagonista soy yo, o la Regente del Flet de Lothlórien, jeje, como queráis.




He abierto muchas historias y se que es dificil seguirlas todas, pero por ahora me centraré en esta y en la de "Mi pequeña incursión a los Reinos Olvidados". Intentaré seguir todas, pero me será dificil y tardaré algo de tiempo.









Una foto mia como semidrow ;)




Capítulo I. Ni una cosa ni la otra


El árbol se mecía sosegado al compás del viento. En una de sus ramas, sentada sin preocuparse por lo que sucedía a su alrededor estaba Vanëhsa la semidrow mirando como amanecía.


La gustaba mucho como amanecía, como a cualquier otro elfo o humano. La semidrow giró la vista hacia el sur y vio las altas torres del palacio de Arbë, de color nacarado.


Un rugido sordo la llamó la atención. Ilinsar rugía impaciente al pie del árbol donde Vanëhsa había escalado, intentando imitar a la semidrow, pero las ramas se partían ante el peso de la leona.


Vanëhsa sonrió y comenzó a bajar. Al llegar abajo, Ilinsar restregó su cabeza contra el muslo de la semidrow y ronroneó.


- ¿Ya me llaman?- preguntó Vanëhsa. Por supuesto, la leona no contestó, pero Vanëhsa sabía que así era.


Había pasado la noche en el árbol más alto que había encontrado cerca del río para pensar sobre lo que la había ocurrido.


Unos adolescentes, dos humanos y un elfo, se habían encontrado con Vanëhsa en la orilla del río mientras jugaba con su leona. Éstos, se asustaron al principio pues la confundieron con un drow en la oscuridad, pero los ojos del elfo habían captado un sutil tono dorado en la piel de la semidrow, confirmando su mesticismo.


Los humanos la insultaron, la llamaron "semidemonio" y no tuvo más remedio que marcharse de allí. Pero el elfo...elfo se suponía que debía haber sido el que más odio mostrase, pero se mostró horrorizado ante el comportamiento de los humanos y se marchó entre los árboles sin que estos le viesen.


Eso intrigó mucho a Vanëhsa y le inculcó un poco de temor, pues fue más consciente que nunca de el desprecio que muchas razas mostrarían por ella. Siguió caminando casi inconscientemente y llagó de nuevo al pequeño riachuelo que separaba los territorios de Arbë de las tierras salvajes.


Lo transpasó de piedra en piedra y llegó hasta lo que siempre había llamado hogar.


Era un terreno hermoso, la verdad. La guarida de Vanëhsa y sus padres constaba de un terreno exterior vallado con altos árboles y matorrales y unos túneles subterraneos donde el padre de Vanëhsa, Sargtlin Eonhëim se encontraba más agusto.


La madre de Vanëhsa, Niar Drankkar, era una elfa solar, con piel dorada y cabello castaño oscuro. Era de caracter temperamental aunque controlado. Siempre había sido buena guerrera aunque ahora se dedicaba a cuidar a los animales heridos que llegaban a su bastión natural.

Al llegar al comienzo de los túneles sin ver por los terrenos exteriores a su madre ni a su padre, Vanëhsa mandó a descansar a Ilinsar, pues los túneles no eran lugar para una leona.

Caminó a gusto por el ancho corredor iluminado escasamente por una antorcha y llegó a una bifurcación. El camino de la derecha llevaba a un complejo de cuevas por donde viajaba preferentemente Sargtlin y sus compañeros drows de alineamiento bueno. El camino de la izquierda llevaba a las habitaciones, la guarnición, varias salas de estar y las reservas de comida.

Vanëhsa escogió el camino de la izquierda y entró por la puerta con más decoraciones y defensas mágicas, la habitación de Sargtlin. Por supuesto, Vanëhsa podía entrar siempre que lo desease ya que tenía una estrecha relación con su padre y su madre.

Al entrar revisó con detenimiento y no vio a nadie. Había una gran cama con dosel y un escritorio. Casi no se veía nada pero con la excelente visión infrarroja de Nanëhsa heredada de su padre, no era ningún problema. A decir verdad, su visión también era excelente en el exterior por su proceder de los elfos solares (y algo de los elfos de la luna según su madre).

Alguien tocó a la puerta abierta para hacerse notar y Vanëhsa vio que era su padre.

- Oh, siento entrar así en tus aposentos, te estaba buscando.- se excusó Vanëhsa. Sargtlin sonrió tranquilizador.

- No pasa nada. ¿Qué querías, Vanë?- preguntó llendo hacia su escritorio y sentándose comodamente en su sillón, con los pies sobre la mesa.

- Ilinsar me dijo que me llamábais.- tras decir esto, Sargtlin asintió y la condujo fuera, lo que llamó la atención de Vanëhsa pues Sargtli no solía salir. Su padre se colocó bien la capucha y la guió a la parte trasera de un grupo de árboles.

Allí, tendida en el suelo curando a un tigre enorme estaba su madre.

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