viernes, 22 de agosto de 2008

domingo, 10 de agosto de 2008

Los ojos del tótem


Arriba una imagen de Irlam en su forma norma-agua-volador

Bueno, a decir verdad...he empezado muchas historias y no he acabado casi ninguna :(



La última, la de "Viajes entre mundos" no la puedo acabar aún porque tengo una gran laguna y no me acuerdo de más...como suele ocurrir en los sueños...



Para no quedarme de brazos cruzados he decidido comenzar un nuevo relato (espero acabarlo).



Puede resultar algo confuso al principio, en todo caso siempre puedo hacer aclaraciones.






P.D: acabaré todos los relatos pendientes...como mi biografía, viajes ene mundos y el lago de las luces, a los que estoy dando una continuación...



Capítulo I. El Templo de los Días Antiguos


Irlam


¿Cuánto tiempo habré vagado por el mundo? Incontables eras he surcado los cielos con los dragones, he galopado con los caballos begnhel de las praderas, he luchado con los elfos, humanos y enanos contra el mal, he buceado por los inhóspitos mares y océanos de Mothrun…Y todo esto, ¿para qué?, ¿para que me confinen en obelisco mágico, un tótem? Me creyeron demonio cuando descubrieron mi inmenso poder, pero es que yo lo soy todo. Soy el viento, soy la velocidad, soy el ardiente fuego, soy la sombra de la noche, la bestia de las aguas…Soy Irlam.

Cuando vi a aquel joven humano frente a mí, con la Falcata Meteoro en una mano y el escudo del rey Girien en la otra, casi me entraron ganas de echarme a reír. La Falcata, hermosa, con la empuñadura de marfil de cuerno de dragón y los bordes de madera de sauce, hecha con el acero que cae de las piedras del Espacio, era el arma más antigua del mundo. El escudo, tenía representadas las fuerzas de la naturaleza, un remolino de viento, una llama de fuego, un trozo de tierra con un árbol y una ola del mar. Si, definitivamente no pegaba con el joven humano.
El humano…era de cabello fino y negro, hermoso, y que escondía una mirada torva de ojos grises. Su rostro también era hermoso, de rasgos finos y casi podía pasar por un príncipe de los Días Antiguos. Era esbelto, de cuerpo fino y brazos desnudos hasta los hombros. Si, todo eso está muy bien, pero lo que le delataba era la ropa…sin dudarlo era campesino, y a pesar de que hacía ya mil años que no me despertaba nadie, eso no cambiaría.

E de reconocerlo, me sorprendió que el campesino consiguiese liberar mi alma del letargo al que fue confinada. Se acercó a mí con pasos decididos, sin mostrar miedo en sus ojos…

Ëthan


Tenía miedo, aunque mi orgullo impedía mostrarlo. Caminé, un paso tras otro, con mis viejas botas de viaje en aquel templo espléndido, donde nada tenían que ver. El Tótem, de no menos de doce metros de alto y de excelente talla élfica mostraba el mismo ser con diferentes formas.
La primera era la forma de una extraña bestia, como una especie de dragón sin escamas con cuatro patas de felino y larga cola. Su cuello también era largo y fino, y acababa en una hermosa cabeza de ojos inteligentes. No tenía alas.
La segunda, tenía básicamente la misma forma pero sus patas delanteras se expandían notablemente hasta que cada uno de los cinco dedos se aplanaba, junto con el brazo, formando dos enormes alas. Mostraba grandes y poderosas garras en las patas traseras, iguales que en la otra forma. En su espalda crecían pinchos de considerable tamaño y en el final de su cola ardía una llama.
La tercera, y la más alta contaba con proporciones perfectas, alas iguales a la segunda forma y extendidas. No tenía garras en las patas y su cola acababa en dos pinchos que salían de ella.
Todo esto no contaba con ningún color, pues estaba hecho de madera. Al menos hasta que coloqué los dos Diamantes Negros en los ojos de la figura más alta.
Entonces, todo cobró color en el oscuro templo.

Llevaba semanas viajando para encontrar aquel templo y colocar los Diamantes que me habían entregado los sedraid, una tribu de hombres que aún creían en los antiguos Poderes y en los antiguos seres.
Hacía mucho que en Mothrun no había ni centauros, ni elfos, ni enanos…nada. Solo humanos. A veces se alarmaba la gente con el avistamiento de un “gran dragón rojo”, aunque prefieren olvidarse de ellos y acaban por denominarlos “bandadas de pájaros”.
Los sedraid me dijeron que si conseguía liberar a la Bestia, y dominar su poder con las Dos Armas de los Tiempos Antiguos conseguiría que esas razas se dejaran ver ante el invocante.
Salí de mi pueblo, Hascius, en busca de ayuda. Mi hermano Mourin y mi hermana Galience huyeron con mi madre Aerad hacia la ciudad más próxima, debajo de las Montañas Divisorias, donde vivimos. Una masa interminable de Sirvientes Oscuros, como los llamamos, asaltaron el pueblo. Los Sirvientes Oscuros son las almas de los antiguos soldados del mal que caían en combate. Su aspecto es el de una estatua con finas líneas de magma, sus piernas ahora son patas de lobo sobre las que se yerguen, como los gnolls.
La Bestia de los Tiempos Antiguos nos ayudaría.

Miré con asombro como la estatua comenzaba a tomar color. Todas las formas de la Bestia eran de un hermoso color nacarado, con la panza, alrededor de los ojos, los pinchos/placas de la espalda o la cola de diferente color.

La primera, la que estaba a ras de suelo y carecía de alas tenía un tenue resplandor verde. Ahora claramente tenía alrededor de los ojos una forma verde, la panza verde y la cola igual. La segunda resplandecía de rojo, con los cuernos rojos, el final de la cola roja y la panza roja. El fuego de su viva llama ardía de verdad. La última, la de la cúspide ahora tenía un resplandor azulado como el mar y el cielo fusionados. Su panza, el final de su cola, las placas de su espalda y alrededor de sus ojos, ahora era azul.

Asombrado, me protegía con mi escudo cuando el tótem explotó y las tres formas se juntaron en una. Todo se iluminó y temí quedarme ciego. Cuando todo acabó, frente a mi tenía a una inmensa criatura del tamaño de un dragón por lo menos, mirándome.

Tenía las alas/patas plegadas y su piel, de un pelo tan fino y corto como el de los leones marinos. Aquella criatura no mostraba ahora sentimientos, bien podía tragarme y con sus colmillos hacerme pedazos, aunque confié en la antigua magia.
Habló entonces en mi cabeza, con la voz tan profunda y antigua que creía que me hablaba el mismo fondo del mar, que me hablaba el viento de la más alta montaña.

- ¿Quién ha sido el liberador de mi cuerpo dormido en el Tótem? ¿Quién osa levantar al Leviatán de los Mares, la Bestia del Aire, el Ser de la Tierra? –preguntó sin dejar de mirarme.

Yo intenté dominar mi miedo e hice que el temblor de mis piernas cesara.

- Yo te invoco y libero, Gran Bestia de los Días Antiguos- dije lo más firmemente que pude. Temía que el ser rompiese la barrera mágica y me matase por mi imprudencia, pero se limitó a girar levemente la cabeza hacia un lado y soltar un rugido atronador…

- Pues atente a las consecuencias…-dijo tras su rugido.

Entonces, sin previo aviso, me cogió con la boca por la camisa y de un movimiento de alas rompió el techo del templo y me sacó volando.
Grité, pataleé y me debatí, pero no le importó. Imploré que aquel ser tan antiguo como los cimientos de la tierra no me deborase…

viernes, 25 de julio de 2008

Viajes entre mundos (V)

Aqui el quinto capitulo, donde cambian mucho las cosas...


Capítulo V. No me he olvidado.


Nimloth sintió que caía en agua. También oyó la caida de Entreri al lado. Cuando abrió los ojos y conseguió salir a la superficie vio que iban por un río de aguas templadas y calmadas.


Entreri se fue nadando hasta un borde, seguido de Nimloth. La elfa salío del agua tosiendo por toda el agua que había tragado en la caida. Se dejó caer en un lado, a recobrar fuerzas.


Sorprendida vio como Entreri ni se paraba, iba directamente aponerse en camino. Al ver que Nimloth no avanzaba, se la quedó mirando.


- Vamos, levanta. Nos seguirán el rastro, y creo que no deseas que te laven el cerebro.- apremió el asesino.


- Ya...no lo deseo, pero, ¿eso a ti, ahora que te importa?- preguntó Nimloth. Ante esta simple pregunta Entreri suspiró.



- Es evidente que necesitan saber como entrar, si no es por ti, es por mí. Si te mato volverás a tu mundo y él lo averiguará; con la consecuencia de que luego irá a por mí- explicó poniéndose en camino.- Date prisa.


Nimloth se encogió de hombros y siguió al asesino. No sabía donde habían ido a parar, pero por el clima era algún lugar templado entre el Norte y el Sur.


- Estamos en el Bosque Alto.- informó Entreri.- Para nuestra desgracia...un lugar inexplorado.


- Genial...


Entreri siguió entre los altos árboles, entre la maleza casi impenetrable. Nimloth había oido algunas leyendas acerca de ese bosque. Nadie, o casi nadie había sido lo suficiente afortunado de salir con vida del bosque. También había oido que por allí habitaban elfos, druidas, centauros y dragones...


Parecía que toda precaución era poca allí. Cada sombra tenía sospechosa forma y los árboles hacían el escondite perfecto para cualquier criatura que supiese escalar. Los pasos firmes y decididos de Entreri hacian que Nimloth siguiese hacia delante.


A pesar de esta decisión, el asesino se andaba con cuidado, con todos los sentidos alerta, y Nimloth lo notaba, pues el más mínimo crujido hacía que el asesino volviese su mano hacia su daga.


Andaron incalculable tiempo, Nimloth no sabía cuantas horas pero Entreri seguía el camino. Al fin, se paró en seco al llegar a un pequeño claro, aunque no salió a él. Indicó con la mirada los árboles del linde del claro.


- Paramos aquí. No hay enemigos cerca- dijo Entreri. Nimloth asintió y se dejó caer al suelo.


Se frotó los ojos cansados y se dejó caer al suelo. Cuando abrió los ojos se sorprendió al no ver a Entreri por ninguna parte. Buscó con la mirada entre los árboles pero solo vio sombras. La elfa recordó la asombrosa capacidad de sigilo del asesino y se arrebujó en su capa, apesar de saber que no servirá de nada contra un ataque.



Casi sin quererlo se quedó dormida. Descansó en un sueño inquieto, pensando que haría el asesino. Despertó cuando el sol casi ya no se translucía entre las copas de los árboles y los espesos matorrales.

Entreri seguía sin aparecer. Nimloth se levantó y comenzó a andar sin rumbo entre los árboles. Con agilidad felina se internó entre ellos. Pronto comenzó a sentirse observada de manera preocupante. miró a todos lados con disimulo y acabó por correr a toda velocidad.

Las ramas le daban fuertes latigazos al pasar corriendo pero no detenía el rumbo pues claramente la perseguían.

Pensó que si era Entreri no tenía escapatoria y él creería que quería huir. Corrió sin remedio.



Con el corazón a mil no miraba al suelo y por puro instinto esquivaba los impedimentos del camino. Sin embargo uno fue demasiado grande para pasar de él.

Una gran piedra calló en el camino. Nimloth bufó de rabia y miró hacia atrás buscando a sus perseguidores. Cogió una rama fuerte a modo de espada y permaneció en el sitio.

Unos seres humanoides aparecieron con agilidad felina. Iban pintados como salvajes. Más de cerca Nimloth pudo ver que eran elfos salvajes, con sus armas rudimentarias.

Uno de ellos comenzóa gesticular para que rodearan a Nimloth. Sin embargo ella no estaba por la labor de dejarse capturar. Escaló el árbol caido y dejó a los elfos salvajes estupefactos. Enseguida comenzaron a disparar sus flechas, que silvaban a pocos centímetros de Nimloth.
La elfa corrió hasta llegar a un acantilado que solo podía cruzarse por un tronco. Sin pensarselo dos veces echó a correr por el tronco y pronto escuchó como crujía.
El tronco comenzó a coverse y Nimloth corrió más rápido. Se rompió por la mitad, pero Nimloth saltó hacia el otro borde sin mirar abajo.

Alcanzó el borde y se agarró con ambas manos, pero había estado mucho tiempo corriendo y no le quedaban fuerzas par auparse.
Una mano agarró con terrible firmeza a Nimloth y tiró de ella. Vio como Artemis Entreri la agarraba con ambas manos y tiraba con todas sus fuerzas.
Nimloth miró con desasosiego el fondo del acantilado, donde un río que desde ahí parecía un hilo corría.
No tuvo mucho tiempo de mirarlo, sin embargo, pues de un último tirón Entreri la subió. La elfa se dejó caer al suelo, como un objeto inerte. Sintió como las fuerzas la abandonaban, todo era oscuro, empezaba a tener miedo. Un frío horrible empezó a hacer mella en ella.
Una capa le cayó encima a modo de protección y lo último que supo fue que no veía.

Entreri cogió a la elfa y maldijo por no tener a los caballos allí. Se la subió a la espalda y empezó a escalar un árbol como última defensa, pues los salvajes elfos de allí lógicamente la habían hechizado y la buscaban por alguna razón desconocida para el asesino. Él solo sabía que no podía dejarla morir porque ello conllevaría que volvería a su mundo y Argen consiguiría llegar a los Reinos Olvidados, encontrandolo también a él.
Consiguió llegar a una rama alta y sacó su espada y su daga con velocidad.
El asesino odiaba tener que atar sus posibilidades de supervivencia con los de alguien, pero no tenía más remedio.

Esperó silencioso a ver si los elfos pasaban...

jueves, 24 de julio de 2008

Viajes entre mundos (IV)

Jejejej menuda racha llevo...

Capítulo IV. Desde otro punto de vista...

Nimloth agitaba los troncos de la hoguera con una rama. Estaba perdida en sus pensamientos, pero sabía que debía estar alerta. Se tranquilizó un poco al ver a los caballos paciendo tranquiamente.

La elfa de nuevo se puso en guardia cuando percibió el movimiento repentino de Entreri a un lado. El asesino se incorporó apoyando los brazos, seguido de una mueca de dolor. Como Nimloth no sabía muy bien que haría ahora Entreri, se apartó a una distancia prudencial. Sin embargo Entreri no mostró mucho interés en la elfa al principio, más bien oteó los alrededores nocturnos, pero al fondo se veían ya los primeros despuntes del alba.

Sorprendentemente, Entreri se levantó sin problema pero con evidentes dolores. Alcanzó su camisa rasgada y llena de sangre. Con un suspiro la lanzó a la hoguera y se colocó una camisa fina blanca debajo de la capa.

Ya vestido, al menos todo lo que pudo, el asesino miró a Nimloth.

- Sube al caballo, salimos hacia las Fosas.- ordenó. Nimloth no sabía que gesto debía llebar en ese momento, pero desde luego superaba el desespero. Entreri enarcó una ceja- ¿No pensarías que cambiaría de opinión? Odio este mundo, y si con tu muerte salgo de él, mejor que mejor.

Con un suspiro de resignación, Nimloth se montó en el caballo. No tardaron en ponerse en marcha con las primeras luces. ¿Cómo había sido ta ingenua de creer que el asesino se ablandaría? Al fin y al cabo, eso es lo que era, un asesino.

El camino se hizo infinito para la elfa, pero al fin, en el horizonte se cortó el suelo. Habían llegado a las Fosas, una hondonada de tierra con lagos ácidos donde no se creía que hubiese nadie, que estaba por el norte de Europa.

Entreri guió a su caballo por un sendero justo para la cabida de jinete y caballo, pero no más. Así pasó primero el asesino, seguido de Nimloth y su caballo tordo.
Después de bordear un acantilado, llegaron al suelo. Todo era un cenagal, con charcas pestilentes esparcidas y yerbajos que crecían juntos. Entreri permaneció quieto allí, esperando una señal de ese tal Krituz. No debió esperar mucho antes de que una sombra apareciese entre la neblina.
Un hombre corpulento se dirigió a ellos con andar pesado. Al llegar, se paró e hizo una pomposa reverencia.

- Los visitantes que me envía Argen, supongo. Yo soy...

- Krituz, y nos vas a llevar hasta tu guarida- atajó Entreri. Krituz asintió pesadamente y comenzó a andar.

Dejaron los caballos antes de adentrarse en la ciénaga. Fueron a pie, evitando los charcos, mientras que Krituz se regocijaba transpasándolos.
Nimloth reservó una distancia prudencial de aquel cabernícola.

Al pasar los minutos, a Nimloth ya le dolían las piernas de andar, pues para andar en aquel terreno había que aplicar el doble de energía que en uno normal. El edor de la ciénaga le entraba ediendo por la nariz a la elfa, que también veía como Entreri suspiraba por el olor infernal.

Al fin, una estructura de metales reciclados apareció al fondo. Entreron por una reja vieja y Krituz los condujo por pasillos que no olían mejor que el cenagal. Al final de uno de ellos, una puerta agrietada dejó paso a una sala circular, llena de aparatos extraños que sorprendieron tanto a Entreri como a Nimloth.

Krituz puso unos grilletes a Nimloth y le acercó a una silla extraña, paralela a otra. La colocó cables en los brazos y en las piernas. Luego se quedó quieto mirando a Entreri.

- ¿A que esperas? Siéntate en la silla.

- ¿Qué?- dijo Entreri con sorna.

- Si, que te sientes en la silla. No averiguaré nada de los dos si solo se coloca la elfa.- respondió Krituz.

Entreri denegó con la cabeza. No parecía muy dispuesto a someterse a un interrogatorio.

- ¡Son órdenes de Argen!

- ¡Yo no sigo órdenes de Argen!- el cabernícola se lanzó enfurecido a por Entreri con los puños cerrados. El asesino lo esquivó con facilidad la embestida y en un mismo movimiento tenía preparada su espada y su daga. Se lanzó a la espalda de Krituz y le atravesó con ambas armas. El cabernícola cayó al suelo.- Yo no sigo órdenes de nadie...

El asesi no guardó su espada pero mantuvo su daga vampírica. Comenzó a retener el alma de Krituz.

- ¡¡No!!

- Dime por qué Argen quiere interrogarme a mi tambien y no me lo dijo en persona.- ordenó Entreri.- No volveré a preguntar- aseguró absorviéndole el alma.

- ¡Vale, vale!- suplicó el cabernícola.- Argen quiere absorveros los conocimientos de los dos, no solo de la elfa. Necesita a los dos para saber...como entrar...Necesita a los dos vivos...

Las palabras del cabernícola se vieron interrumpidas por una súbita sacudida. Luces azuladas inundaron la sala. Nimloth al instante supo que era un portal e intentó desacerse de las ataduras, sin resultados.
Entreri con velocidad desató a la elfa y tiró de un brazo para que avanzase. Ambos entraron por el portal, que sabían muy bien a donde iba.

***
Aurissë acababa de alquilar un caballo de un picadero cercano. Galopaba por el pueblo con toda la gente mirándola. Sin embargo eso no la debía detener, ahora sabía lo que debía hacer.
Volvieron a la Tierra cuando Nimloth iba a morir, entonces, para abrir un portal hacia allí...por lógica debía herirse mortalmente, aunque la verdad...no era fácil.
Galopó hasta la carretera principal, y allí desmontó.
Pasaban coches a gran velocidad.
Aurissë reunió valor y cuando pasó un camión se lanzó contra él.
Sintió un dolor terrible como nunca lo había sentido. Sintió como se le destrozaba el cuerpo y su ultimo pensamiento fue el de no haber creado un accidente imporatante para el pobre camionero, pero ella no tenía tiempo que perder.

El canto de los pájaros y aves del alba despertó a Aurissë en el mullido manto de hierva donde estaba. Esperaba no haber muerto y haber ido a los Reinos.
Reconoció el sonido de caballos a lo lejos y risas.
Se levantó y corrió hacia donde le marcaban las risas. Pronto se encontró en un bosquecillo donde unos jinetes hacían carreras en sus caballos.
Uno de ellos se paró en seco al verla.

- ¿Aurissë?- preguntó inquisitivo. Era Broom Talja, el jinete que una vez las guió a ella y Nimloth hasta Alustriel.

- ¡Broom!- saludó Aurissë. Ambos se saludaron con alegría.

- ¿Qué haces por aquí? Alustriel me informó de que salisteis de Faerûn.- Aurissë iba a comenzar a explicar, pero decidió que era demasiado largo.

- Es largo de contar, ¿me llevas hasta Alustriel?- Broom asintió y ayudó a Aurissë a montar en su caballo.

- ¡Luego vuelvo!- dijo Broom a los jinetes.

Broom espoleó los flancos del animal y en poco tiempo divisaron Luna Plateada. Llegaron a casa de Alustriel sin ser detenidos y ella misma los recibió.

- Bienvenida de nuevo Aurissë Falfyawë. Entra- dijo la dama de Luna Plateada.

Aurissë la siguió y se despidió con un guiño de Broom. Fueron a la misma sala donde una vez las recibió. Alustriel la ofreció bebida y asiento.

- Quisiera saber, dama Alustriel, si Nimloth se encuentra en este mundo- dijo yendo al grano Aurissë. Alustriel se quedó pensativa.

- Tengo una manera de saberlo.- la dama se fue a un rincón y sacó de allí un libro de preciosa cubierta.- No tardaré.- Estubo un rato examinando el libro y dijo un par de conjuros.-No, aquí no esta. Pero he abierto un portal para que esté donde esté venga hacia aquí....

miércoles, 23 de julio de 2008

Viajes entre mundos (III)

La tercera entrada que espero sea más larga...

Saludos! ^^



Capítulo III. A balazos



Nimloth se levantó al día siguiente con las extremidades entumecidas y la espalda dolorida. Vio que Entreri ya estaba listo, subido en su caballo.

- Vamos- urgió el asesino.

La elfa se levantó con celeridad y montó en el caballo tordo. Mantuvieron buen paso toda la mañana, con los caballos al trote o al galope, ya con fuerzas.

Entreri los conducía por el borde del cañón, esde donde se veía al fondo el río. El asesino, sin más ni más frenó en seco a su caballo. Nimloth, confusa, detuvo al suyo tambien. A los pocos segundos, una polvareda apareció en el horizonte. Entreri, como un resorte saltó de su caballo y tiró de Nimloth, con lo que la elfa casi cayó al suelo, pero los fuertes brazos de Entreri frenaron su caida, aunque solo para ponerla en camino al instante arrastrándola.
La elfa se equilibró y siguió al asesino. Éste la llevó hasta un conjunto de piedras y cactus cercanos. Los caballos al verlos, los siguieron. Se escondieron a duras penas entre los cactus y pedruscos.
Nimloth temía preguntar que era lo que habría visto Entreri, pero al final reunió valentía.

- ¿Por qué nos escondemos?- Entreri la miró friamente y volvió a otear el horizonte.- ¿Qué pasa?- Nimloth se asomó y vio que unos tanques se acercaban. Tanques de guerra.

Viendo la oportunidad de escapar, la elfa se liberó del brazo de Entreri y salió corriendo hacia fuera del escondite. Sin embargo no pudo dar ni dos pasos antes de que el asesino la agarrase y le propinase una bofetada con todo el brazo.

- Estate quieta aquí o la próxima vez será mi daga la que te cruce la cara.- prometió Entreri. Nimloth, sin dudar un segundo de las palabras del asesino se escondió.

Le dolía la cara y le sangraba la mejilla. Con cara de rabia miró a Entreri y de nuevo a su "escapatoria". Decidió que intentar escapar allí iba a ser dificil, si no imposible. Salió de sus pensamientos cuando el sonido de la maquinaria del tanque que pasaba a pocos metros hizo que los caballos se encabritasen.
Entreri maldijo por lo bajo y cambió de posición para agarrar a los caballos. Fue demasiado tarde. De uno de los tanques salió un soldado con ropa de camuflaje y con su rifle en ristre les habló algo.

- Wer sind sie und das hier tun? Contest.- les dijo el soldado.

Nimloth permaneció muy quieta. No sabía que decía, aunque parecía alemán o ruso...Entreri por su parte no parecía dispuesto a descifrar las palabras del soldado, así que no viendo el peligro en el rifle (le parecería una espada rara o una ballesta) se lanzó al ataque espada y daga en ristre.
Nada más se fue a impular para saltar hacia el soldado, sonaron dos disparos y Entreri cayó al suelo rabioso. Oyendo el ruido,los demás tanques pararon.
De cada uno de ellos salió otro soldado a preguntar.

- Es wird nicht mehr die Mühe, let's go.- se limitó a decir el que disparó.

Todos volvieron a entrar a los tanques y los pusieron en marcha. En poco, desaparecieron por el horizonte.
Nimloth, sin pensárselo dos veces corrió hacia los caballos y alcanzó uno. Se montó y le iba a espolear pero...Entreri se agarraba con una mano el abdomen y con la otra parecía agarrarse a la arena seca del suelo. Respiraba irregularmente y buscando aire, sin perder su mirada furiosa. Un hilillo de sangre le recorría la boca.
La elfa suspiró y se preguntó cuantas veces el asesino habría estado cerca a la muerte, y ahora, moría en otro mundo y por heridas de bala...o no. Nimloth bajó del caballo y se dijo a si misma que lo que la diferenciaba del asesino es que podía mostrar piedad.
Con pasos lentos se acercó a Entreri, temiendo la ira del asesino, pero parecía débil en ese momento y sin ganas de darle otra bofetada... Como Nimloth sabía de curación (su padre la enseñó) nada más postrarse ante Entreri miró donde le habían dado las balas. Una le había alcanzado cerca del hígado, seguramente, y la otra en el hombro.
La elfa acercó las manos dudosa a Entreri.

- Estas más loca de lo que pensaba...¿tienes camino libre y no escapas?- preguntó el asesino sobresaltando a Nimloth y con voz débil.

- ¿Dónde iría? No se ni donde estoy.- respondió Nimloth mientras acercaba la mano a la daga de Entreri. Éste rapidamente la agarró con firmeza- La necesito para sacar las balas...o morirás.

Con una mirada de desconfianza el asesino apartó su mano. Sabía que con la daga vampírica podría matarle en cualquier momento, pero, ¿qué opción le quedaba?
Nimloth rasgó la camisa de Entreri con la daga y vio la herida. Manaba mucha sangre y no tenía buen aspecto; si la bala había impactado en el hígado, sería una muerte lenta y dolorosa. La elfa puso cara de asco y comenzó a buscar la bala con un dedo. Pronto la sintió y la sacó con ayuda de la daga. Entreri dio un rugido de dolor pero no hizo nada por impedir la dolorosa curación.
Con la bala ya fuera, Nimloth se apresuró a cortar la hemorragia poniendo presión. Cuando cesó un poco, cortó tela de su capa e hizo lo mejor que pudo un vendaje.
Luego fue la herida del hombro. Esa bala había sido parada en casi su totalidad por el broche de la capa de Entreri y fue más fácil sacarla.
Cortó más tela de su capa y decidiendo que ya no le serviría de mucho la dejó a un lado para luego cambiar los vendajes de Entreri si sobrevivía o si se dejaba...
El asesino quedó inconsciente por el dolor y en reparador sueño.

Viajes entre mundos (II)

El segundo capítulo de mis nuevas aventuras =D
Gracias por leer...

Capítulo II. Un compañero de viaje poco deseable

- Ya están listos los caballos- informó con voz fría Artemis Entreri a Argen.

Nimloth observó con pesadumbre como sus capturadores hablaban. ¿Qué demonios haría Artemis Entreri allí?, ¿se acordaría de la puñalada que las hizo volver a ella y a Aurissë a la Tierra de nuevo? Desde luego no parecía dar signos de reconocimiento.

- ¿Qué hace él aquí? -preguntó con un leve temblor en la voz Nimloth. Los dos se volvieron hacia la capturada.

- Eso a ti no te importa. Él tiene que volver a los Reinos Olvidados y nosotros queremos entrar, es lo único que sabrás- le replicó Argen. Luego se giró hacia Entreri.- Creo que iríais antes en coche...

- Iremos a caballo- cortó el asesino. Argen decidió no hacer más incapié en el tema y asintió.

- En las Fosas os espera Krituz. Lo reconocerás...-informó Argen. Entreri asintió y se acercó a Nimloth.

Sin mucho miramiento, le quitó las cadenas sin dificultad y la guió con las cadenas hasta la puerta. El asesino se giró hacia Argen y le dedicó un asentimiento.
Entreri llevó a Nimloth por sinuosos y futuristas pasillos, en los que según pensaba Nimloth, no pintaban nada una mercenaria y un asesino medievales. Aún así, el asesino se movía con soltura por el complejo.
Los hombres con batas se apartaban a su paso, ante la amenazante mirada de Artemis Entreri.
Al fin, llegaron a la salida, donde unas psicodélicas puertas se abrieron, haciendo que en un acto reflejo Entreri se moviese un poco hacia atrás, pero a los pocos segundos atravesó el umbral y sin dirigir palabra a Nimloth lallevó por una especie de cañón desolado.
Al fondo, en un conjunto de árboles del desierto habían atados dos caballos, uno tordo y de gran musculatura y otro marrón, evidentemente de la raza de caballos del desierto por su gracilidad.
Entreri se montó en el caballo marrón y le quitó las cadenas a Nimloth. La elfa (pues ahora lo era) se montó en el caballo tordo.

Ambos emprendieron su camino en total silencio, ascendiendo por el cañón rocoso. A Nimloth todo aquello le desconcertaba. Ni siquiera le dirigía la palabra, aunque, pensándolo bien, el gran asesino de los Reinos Olvidados no solía hablar con sus rehenes.
Los caballos ya parecían agotados, la ascensión había sido de varios kilómetros y sin descanso.

- Baja del caballo, necesita descansar- dijo Entreri. Nimloth dio un respingo pues era la primera vez que se dirigía a ella. Entreri, que ya estaba abajo y quitándole la silla al caballo, al ver que Nimloth no se movía volvió a repetir a orden con más enfasis.- Baja del caballo.

Esta vez Nimloth bajó, y se acomodó en un rincón, al lado de una piedra y se arrebujó en su capa para protegerse del frío del anochecer de aquel sitio, que la elfa suponía que era un desierto, y si seguían en la Tierra, probablemente en California.
El asesino encendió una hoguera y sacó unos pocos víveres. Ólió lo que parecía una hamburguesa con ketchup y puso cara de asco. La envolvió de nuevo y se la lanzó a Nimloth.

- Comete eso, si quieren envenenar a alguien no será a mi- dijo Entreri cogiendo una barra de pan y comiendo un poco.

Nimloth suspiró y se acercó a la hamburguesa envuelta en papel y nada más olerla le entró un apetito voraz. Comenzó a comer la rica hamburguesa con Entreri tomándola por loca al lado del fuego. Al acabar, la elfa volvió a su piedra y se tumbó a ver las estrellas. Allí en el desierto se veían muy bien.
Nimloth pensó en Aurissë, ¿qué haría Aurissë? ¿Y sus padres, y su hermana? Había muchas preguntas por resolver...

Se quedó dormida en el duro suelo, contra la piedra y apartada del fuego.

martes, 15 de julio de 2008

Viajes entre mundos

Bueno, aquí está el comienzo de los siguientes capítulos que continuan la saga de "Mi pequeña incursión a los Reinos Olvidados".


Mezcla varias cosas de varios mundos muy diferentes, con un toque de humor que no puedo dejar escapar.


E de decir que esta historia viene curiosamente de varios sueños entrelazados pero en el que los protagonistas siempre somos Artemis Entreri, Aurissë y yo.

Hago especial mención a Sam por seguir todas las entradas de mi blog, lo que le agradezco infinitamente, ya que si no muchas veces se me quitarían las ganas de escribir ^^

Disfrutadlo.


Capítulo I. Extraños sucesos a gusto de todos


Nimloth disfrutaba de su ventajosa posición encima de la piedra en la que apareció al volver de los Reinos Olvidados del amanecer. Al parecer el amanecer era igual en todos los mundos, al igual que el atardecer. Pero según los pensamientos de Nimloth, las estrellas no eran iguales. En los Reinos, cualquier noche era tan estrellada como la anterior. En el planeta Tierra, suerte había si no tenías una ciudad al lado que ocultase las estrellas.


Cuando el sol ya estuvo en lo alto, Nimloth de un salto bajó de la piedra. No fue un salto tan ágil como el que hubiese dado si hubiese seguido siendo elfa, pero lo realizó a la perfección. Se tocó sus orejas, ahora normales, que antes habían sido élficas, con la añadidura de un agudo sentido del oído.


Nimloth cogió el camino más estrecho y lleno de plantas, que la llevaría directamente al lecho pedregoso del río, donde había quedado con Aurissëpara hablar. Ambas llevaban los ropajes de viaje que habían conseguido en los Reinos Olvidados y por supuesto Nimloth llevaba su falcata de metal negro y empuñadura de marfil de dragón a un lado, su daga de adamantio al otro y su arco de cedro a la espalda. En opinión de Nimloth, toda precaución era poca y más si en esa época se estilaban las arma de fuego.



En unos minutos llegó a donde quería, y allí esperó un buen rato, tanto fue así que estubo casi dos horas allí. Un poco molesta por la tardanza de su amiga, Nimloth e levantó para irse, pero en ese preciso momento unos setos cercanos se removieron y por el salio Aurissë con cara pocos amigos. Para compensar, Nimloth exhibía su pícara sonrisa que tan habitual era en ella.

- ¡Pero dónde te habías metido, amiga!- recibió Nimloth a Aurissë. Ésta sacudió on la mano como desentendiéndose.

- No pensé que fuese tan dificil moverse por el pueblo con ropa de viaje- replicó Aurissë.- Me han parado niños, adultos ancianos para preguntar que de donde había sacado el "disfraz" y el arco. Creían que iba a un teatro...- Nimloth se rió a carcajada limpia.

- Yo lo tube más fácil, como vivo aquí al lado no me fue dificil- fue la simple respuesta de Nimloth. Aurissë suspiró y dejó su arco de roble a un lado.

- Bueno...ahora que estoy aquí, dime que es lo que quieres y porqué me has hecho venir con la ropa que conseguimos en los Reinos y las armas- pidió Aurissë.

Nimloth asintió y con cuidado se quitó el brazalete protector del antebrazo derecho. Enseñó a Aurissë lo que parecía la marca en fuego de una estrella de siete puntas. Aurissë la obseró con una mezcla de miedo, curiosidad y escepticismo.

- Me apareció esta noche- informó Nimloth.- Con la luna menguante- añadió.

- Hum...esto es muy raro...seguro que la dama Alustriel sabría que es.

- Si, pero da la casualidad de que Alustriel no está aquí. Ni tampoco Edelûn o Tahnos- concretó Nimloth refiriéndose a sus deidades, que simbolizaban aquello en lo que creía; en sus ideales.- Parece ser que estamos solas...

Aurissë asintió pesarosa. Justo en ese momento, Nimloth hizo una mueca de horror; Aurissë la miró inquisitiva.

- ¿Qué ocurre?

- Algo está tirando de mí- explicó Nimloth mirándose la espalda.

No pudo ni pasar un segundo antes de que un remolino de plata y azul envolviese a Nimloth. Ésta soltó un grito ahogado e intentó agarrarse a la mano que le tendía su amiga. Sin embargo, la fuerza del remolino era más fuerte y arrastró a Nimloth sin piedad, dejando a Aurissë sola en el lecho pedregoso del río. Lo último que percibió de allí Nimloth, fue un tirón en las orejas.

Algo que Nimloth supuso que eran grilletes la sujetaban. Movió las manos un poco para desentumedecerlas e intentó abrir los ojos.

Se encontró en un laboratorio, donde despuntaban los grilletes de manufactura antigua que la sujetaban. Había mucha gente con túnicas blancas de un lado a otro, haciendo caso omiso de la desconcertada Nimloth.
Un hombre alto, con barba bien cuidada y una túnica granate se acercó con expresión altiva.

- No es la bienvenida que mereces pero que le vamos ha hacer... Me llamo August Argen, soy el jefe de todo este séquito- hizo un gesto con los brazos para abarcar a toda la gente de atrás-. Supongo que no sabrás porqué estás aquí...

- Evidentemente no esperaba ser arrastrada a este lugar...-replicó con sequedad Nimloth. Argen soltó una risotada.

- En ese caso te lo explicaré. Estás aquí porque sabes como entrar a los Reinos Olvidados- explicó con voz lúgubre.

- ¿Que yo se entrar?- preguntó incrédula- ¿Yo?- la mirada de Argen hizo que sobrase contestación- Pero si yo no se entrar...

- Ya sabía que no cederías, por lo que me encargué de procurarte una buena seguridad.- dijo haciendo un chasquido con los dedos.- Como no vas a ceder te llevaremos a las Fosas de Ashen a ver si allí prestas más de tu parte.

- ¡No se entrar a los Reinos Olvidados!- gritó Nimloth. Justo en ese momento se abrieron unas puertas correderas en total silencio.

Por ellas entró una figura encapuchada, con una túnica morada y vestimentas que a Nimloth le decían que no era de ese mundo. Al instante casi se le cortó la respiración a Nimloth a ver a un humano de ojos grises y unos veinticinco años tras la capucha.
Se acordó que lo último que recibió de él fue una puñalada...